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Voces RSU | El agua nuestra de cada día

Hildegard Willer
Docente de la Facultad de Comunicaciones PUCP

Este verano hemos vivido una situación paradójica: no hubo agua potable porque llovió demasiado. Debido a los huaycos, el agua de la sierra llegó en tal cantidad y tan sucia que Sedapal no pudo procesarla sin arruinar sus instalaciones.  Como consecuencia, los caños se quedaron secos durante varios días y la población se sintió  cada día más nerviosa.

Normalmente la preocupación por el agua en Lima no proviene del exceso sino de la escasez. Casi 10 millones de personas viven en una ciudad donde nunca llueve. ¿Nos moriremos de sed algún día?,  ¿de dónde viene el agua si no llueve?  Yo que he crecido en una de las regiones más lluviosas de Alemania, nunca he dejado de preguntármelo desde que pisé Lima por primera vez.

Una primera respuesta la recibí cuando conocí los túneles, canales y represas en la sierra de Lima y de Junín. Estas obras maestras de la ingeniería civil se ubican a 4500 metros de altura, bien apartadas de cualquier camino turístico. Ellas permiten almacenar las lluvias de la sierra durante todo el año y son responsables de que en Lima no nos quedemos sin luz ni agua.

Cuando pregunto en Lima a mis amigos o alumnos de dónde viene el agua que tomamos todos los días, la mayoría no lo sabe. “Del caño” me han contestado algunos.  El desconocimiento del gran esfuerzo y del arte ingenieril que es necesario para traer el agua a Lima es una de las razones de por qué en Lima no hemos desarrollado una cultura de cuidado del agua, a pesar de vivir en el desierto.  Valoramos el agua solo cuando nos hace falta, pero no la cuidamos cuando sale en abundancia del caño.

Los que tenemos agua las 24 horas en Lima somos una mayoría privilegiada. Un 9% de nuestros ciudadanos —es decir 1 millón— aún no tiene conexión de agua potable en sus casas. Así como ocurre con los espacios verdes, los buenos colegios y hospitales, también el agua está mal distribuida en nuestra capital. En distritos considerados ricos —como Miraflores o San Isidro—, el consumo per cápita es cuatro veces más alto que en el distrito de Pachacamac. Tener agua no solo es un asunto de tiempo sino de la justicia.

El conocimiento es una de las bases para cambiar un hábito. Con mis alumnos del Taller de Periodismo Especializado y con mi colega Luisa García hemos emprendido este viaje para conocer los orígenes del agua de Lima y, así, dar a conocerlos a la ciudadanía.  Pueden encontrar nuestro informe especial en el portal de periodismo de la Facultad de Comunicaciones de la PUCP:http://aguaenundesierto.somosperiodismo.com/

“Sin luz podemos vivir, hay diferentes soluciones, pero sin agua es muy difícil”, nos ha comentado uno de nuestros entrevistados, el Sr. Pascual Ramírez de Jicamarca.  Lo que él dice no es ninguna novedad. El reto consiste en recordarlo no solo cuando amenaza el próximo huayco, sino tenerlo presente todos los días.

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