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Reflexiones de Gastón Garatea | Hemos vuelto iguales y diferentes

Una de las experiencias interesantes que tenemos en la Universidad cada año es la de salir el 18 de diciembre y retomar el 18 de enero. La medida me parece muy inteligente, pues, los mismos que somos, retornamos iguales y diferentes.

Generalmente regresamos sin el cansancio que tuvimos cuando partimos. Digo generalmente, porque muchas veces nos encontramos que al volver lo hacemos después de mil trabajitos que juntos hacen un “trabajón”. No es que no hayamos descansado, sino que no hemos tenido tiempo para descansar. Es un asunto que debemos saber calibrar, ya que para algunos esto significa no poder trabajar durante el año con todas las posibilidades reales. El no-descanso se carga como un lastre pesado que nos acompaña buena parte del año.

Pero cada año volvemos diferentes en el sentido de haber visto cosas nuevas, o matices de las que conocíamos. Y así como al partir hicimos una cierta evaluación de lo hecho, ahora tendríamos que hacer una cierta evaluación de lo por hacer o, mejor dicho, planificación. No es una tarea fácil, pues mirar el pasado es más exacto que mirar al futuro, pero lo que se nos pide es mirar el futuro con la experiencia del pasado.

Es lo que estamos viendo que no hacen y deberían hacer nuestros candidatos políticos que gastan demasiado tiempo y energías en insultos, en esconder sus fechorías hechas, sus malas juntas y una cantidad de cosas turbias que no quieren que se las descubramos. Pero hay que decir que también hay gente que busca presentar propuestas favorables para el país con el fin de mejorar el bien común.

Es decir que todo no es blanco o negro. Hay mil matices que tenemos que tomar en cuenta para poder motivar nuestras decisiones en los momentos debidos. Nos tenemos que ayudar para poder discernir las ofertas que tenemos.

Tenemos una especie de espada de Damocles que se nos complica mucho, pues unos exageraron la amenaza a tal punto que parecía que todos teníamos que entrenarnos para saber flotar, y, ahora da la impresión que ya no le hacemos caso a nadie, y el peligro puede ser mayor.

Pero lo cierto es que tenemos que empezar el año con peligros de El Niño, propaganda política, problemas con la iglesia, desaceleración económica (ojalá que no recesión), problemas mineros no resueltos (Conga, Tía María por decir dos grandes), seguridad ciudadana y muchas otras cosas que forman los cuáles reales en los que vivimos.

Por la ubicación que tenemos debemos ser un mecanismo de esperanza para nuestro pueblo que necesita ver con optimismo lo que se puede hacer entre los peruanos de buena voluntad. Ojalá que por nuestro trabajo realista podamos ser capaces de contagiar optimismo.

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