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Reflexiones de Gastón Garatea | El mirar desde lejos

En el Perú suceden cosas de todo tipo y de todo calibre que afectan a muchas personas pero que, al mismo tiempo, dejan lejos a otras. Y esto hace que no todos sientan siempre como suyas algunas de las desgracias que suceden. Por ejemplo la subida o bajada del dólar estremece a un grupo de gente y a otro no le importa en lo más absoluto, no porque no le afecte sino porque no se tiene conciencia de que estén involucrados en este tema.

Sin embargo, hace poco hemos tenido una experiencia muy importante entre nosotros. En medio de la tragedia que ha sido esa especie de cataclismo de lluvias, inundaciones y pérdidas de bienes, hemos visto una gran solidaridad entre los peruanos. Todo el mundo ha hecho algo por alguien. Es verdad que hubo gente que no se ha conmovido sino que ha aprovechado para pensar en sí misma, pero gracias a Dios es la minoría que no ha logrado teñir lo bueno que hacían otros. Y este es un asunto que tenemos que valorar y mostrarnos entre nosotros. Lo malo no puede ser el color que mande.

Pero también es verdad que las cosas no se han solucionado. Nos queda mucho trabajo por hacer. Es que la desgracia ha sido muy grande. Es mucho lo que ha destruido, mucho lo que hay que construir y mucho lo que hay que cambiar.

Es verdad que hubo mucha gente que construyó su casa en lugares indebidos y que tienen que salir de ese lugar, pero eso les pasa a los pobres: no tienen un lugar a dónde ir. Se ponen donde nadie quiere ponerse. Construyen mal porque no saben ni tienen los medios para hacer las cosas bien. Nosotros con voces de sabelotodo decimos sentencias que los dejan mal a ellos, que siguen sin tener casas.

Se vienen entonces momentos difíciles, pues se ha perdido lo espectacular del asunto y las necesidades se van complicando: las casas siguen destruidas, las clases no caminan bien en los colegios, las enfermedades aumentan, los hospitales no funcionan como deberían, y mucha gente que se fue de sus lugares durante la emergencia está regresando a sus lugares normales. El que va a seguir trabajando es el gobierno, pero con lo desconfiados que somos todos la cosa se pone color de hormiga.

Aunque no da la impresión de ser total, hay que decir que mejor que otras veces el Estado ha respondido bastante bien: las fuerzas armadas han ayudado mucho, los ministros han ido a los lugares en que debían estar. Aquí también hemos visto algunos defectos pero que no deben teñir de mal color lo que se hace. Hay que seguir ayudando responsablemente y sabiendo que la cosa es larga, pero no para todos sino para los que son realmente afectados.

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