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Voces RSU | Desastres y des-encuentros interculturales

Pablo Espinoza

Docente del curso de Comunicación Intercultural en la facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación

 

Generalmente asociamos los encuentros que manifiestan la diversidad cultural en nuestro país a los espacios festivos, gastronómicos,  exposiciones o ferias de artesanías, congresos o reuniones de representantes de pueblos indígenas o colonias de inmigrantes, viajes o visitas a museos. En estos días me he preguntado si este dramático escenario nacional marcado por inundaciones y huaicos, con la masiva respuesta solidaria de ayuda que ha generado, puede ser considerado también un espacio de encuentro entre esas culturas diferentes que conviven en el Perú.

Me pregunto cómo la emergencia nos demanda cruzar fronteras, alcanzar a los lejanos, aproximarnos para tender lazos atendiendo a necesidades muy básicas. ¿La sensibilidad y capacidad de reacción ante el sufrimiento del otro podrá ser una amalgama suficientemente sólida para consolidar un país que aspira a ser más cohesionado desde la diversidad?

Las consecuencias de las lluvias crean un dramático escenario social que nos obliga a confrontarnos con la vulnerabilidad de condiciones de vida, rostros de actores sociales y realidad de territorios diversos. La fuerza de las imágenes, con su dramatismo y persistencia produce también en nosotros una fuerte interpelación. Frente a la carencia del agua se desencadena un sentido de autoprotección desproporcionado o se moderan conductas de despilfarro como signo de cuidado frente a un bien escaso y que otros necesitan. Esas conductas son simbólicas, con ellas enviamos un mensaje, revelan lo que somos, cómo percibimos a los demás y nuestra relación con la naturaleza.

Cuando quienes residimos en zonas alejadas de los cauces de los ríos nos preguntamos el por qué otros peruanos viven allí y cómo habrá de persuadirlos de abandonar esos lugares, lo que se evidencias son fracturas sociales muy hondas, pobreza y desinformación. La precariedad y la vulnerabilidad en la que viven millones de peruanos con quien hoy nos encontramos a través de las imágenes nos enfrentan a la precariedad de la casa del artesano, del danzante, la cocinera tradicional o el joven promotor cultural. Nos advierte esta situación que nos podemos despersonalizar nuestra relación con los productos culturales diversos sin recordar que detrás de ellos hay sujetos sociales situados, cuya condición de vida suele permanecer oculta o disimulada tras la fascinación de las obras que producen y admiramos o consumimos.

Los autores y promotores de la convivencia entre los diversos afirman que lo intercultural implica una dinámica de acercamiento, reconocimiento de la diferencia, disposición a ensanchar el horizonte individual o colectivo y dialogar para construir vínculos. Las situaciones de emergencia o extremas ponen a prueba estas competencias sociales. Lo intercultural implica también construir desde las similitudes, lo que tenemos en común como necesidades o anhelos en nuestra vida. Hay valores fundamentales o principios mínimos: el cuidado de la vida, el ejercicio de derechos, las corresponsabilidades sobre lo que nos afecta a todos. Esto va más allá de las campañas relativas a la identidad nacional y las pone en cuestión. Vivimos en un país complejo y demandante de renovados encuentros e intercambios. Hoy estamos dramáticamente confrontados con las exigencias del cuidado de la vida, la convivencia entre nosotros y la respetuosa relación con el territorio que habitamos.

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