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Ver ubicación en Google MapsPara mucha gente como nosotros, la Semana Santa se ha vuelto una especie de asueto eclesial del que nos beneficiamos la mayoría de los peruanos, sea que nos confesemos católicos o de otra o ninguna confesión religiosa.
Para los que nos confesamos católicos, la Semana Santa es un momento privilegiado para recordar y celebrar lo más importante de nuestra fe: la entrega de Jesús por nosotros en un acto de amor, en vistas a un cambio del mundo y de nuevas posibilidades de los seres humanos.
Contra toda una tradición anterior, pasa de una creencia ritual a una conversión de vida en la que lo más importante es el compartir entre los humanos y hacer posible una sociedad establecida por el amor.
La concepción que tiene Jesús de su propia misión es hacer ver el inmenso amor que Dios nos tiene y el camino de entrega de la realidad nuestra para bien de los hermanos.
Esta es una lucha de toda la vida. Muchos creemos que el mensaje de amor de Jesús con su ejemplo es lo central, pero también tenemos que confesar que muchas veces se nos queda en la teoría. Sin embargo, el camino que Jesús nos enseña para mejorar el mundo sigue siendo el mismo: el amor de verdad. Y amor es querer el bien del ser amado, es entrega, es regalarse al otro para que el otro viva mejor. En nuestras relaciones sociales y personales el camino muchas veces resulta doloroso, pero no por eso deja de ser real.
Yo quiero que todos tengan un presente y un futuro de felicidad. Eso es posible en la medida en que nuestro amor no se confunda con el egoísmo que es justamente lo contrario al amor: es no darse, sino por el contrario querer todo para uno mismo.
La experiencia humana nos va mostrando con mucha emoción que cada vez que me encuentro con un semejante y me planteo compartir con él y entregarme para que viva mejor, yo mismo recibo una satisfacción inconmensurable. La felicidad está más cerca de lo que somos que de lo que tenemos.
Por supuesto que se trata de todo un caminar que no es fácil porque los que piensan que la clave es el egoísmo están muy seguros de lo suyo y así manejan nuestro propio mundo.
La resurrección de Jesús significa el triunfo del amor (vida) sobre el egoísmo (muerte). Pero no se trata de decir cosas bonitas. Sino de vivir de acuerdo a una espiritualidad que nos ayude a transformar al mundo entero según la clave que nos dio y nos enseñó Jesús.