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Ver ubicación en Google MapsMarco Pérez
Estudiante de Psicología y miembro de Reforma Trans PUCP
Nani Pease
Docente de la Facultad de Psicología de la PUCP
La primera vez que vi un cuadro de Van Gogh me enamoré de sus amarillos cadmio, de su calidez, de la ternura de su paleta, de la decisión de su pincelada, y del aura que envolvía al cuadro, en la que se percibe el mundo interior de un gran pintor y de un gran ser humano. Cuando en ese entonces observaba mi reflejo esperaba encontrar algo que de manera semejante transmitiera lo que soy, que dejara entrever cómo me aproximo a la vida, quién soy en el mundo, que tipo de decisiones tomo. Deseaba que mi rostro narre una historia tan pero tan distinta que llegué a detestar los espejos. Mi exterior no transmitía lo que soy, y esa es la vivencia que no nos permite disfrutar a plenitud las cosas pequeñas y grandes de la vida.
La primera vez que caminé en la playa usando short y polo, sintiendo el aire y la brisa, recorrer mi piel sin sentir nada más que el gusto salado y el calor del sol, hizo que ese placer de estar vivo se encendiera y fui feliz en mi piel. Esos son los momentos por los que vale la pena vivir. Y es que son cosas sencillas de las que está hecha la vida de una persona. La vivencia trans también está llena de esas pequeñas vivencias.
Pero, ¿qué se siente ser trans? Pues se siente libertad y plenitud, se siente el dulce sabor de la victoria cada día cuando simplemente recuerdas todo el valor que tienes dentro de ti. Ese mismo sabor a victoria y complicidad, se comparte cada vez que te reencuentras con más hermanes trans, compañerxs de viaje, todxs rebeldes de nuestro destino y todos victoriosxs de nuestras vidas.
Me preguntan si duele ser trans. Duele el tiempo que se fue, ese tiempo en el que tuviste que vivir sin expresar tu sentir. Esa vida que dejó muchas enseñanzas y mucho cuestionamiento, la que nos hacía pensar que nuestro destino no estaba en nuestras manos.
Me dicen que debería sentirme avergonzado. Es mejor dejar la vergüenza para los que creen que debemos vivir bajo normas y nunca levantar la voz, esa voz que se rebelaba anunciando nuestra esencia desde que empezamos a tener conciencia.
Ser trans y reconocerse trans ante lxs demás puede ser el acto de independencia más grande; porque no estás usando nada más que tu propio sentir, tu propia experiencia de vida para garantizarte a ti mismo que tu identidad no es la que te asignaron al nacer. Afuera la vida cotidiana gira en torno y en función de nuestro género y de las percepciones que se tienen de nosotrxs serán impuestas tomando en cuenta la lectura que la sociedad tenga de nuestra identidad y de nuestra corporalidad. En mi experiencia, ser trans es tener una mirada distinta de tu identidad, una mirada tal vez más flexible, una identidad tal vez nueva para la sociedad en la que estamos, pero siempre igual de válida que la de muchxs otrxs seres humanos.