Muy interesante articulo, te felicito primo. Me pregunte muchas veces si realmente nuestro sistema politico es Democratico? O es una democracia despotica.
un abrazo
Lars Stojnic Chávez
Jefe del área de Formación e Investigación Académica
Dirección Académica de Responsabilidad Social
Coordinador del curso de Ciudadanía y Responsabilidad Social
Estudios Generales Letras
Formularnos esta pregunta en nuestro actual contexto electoral se ha convertido en un imprescindible ejercicio ciudadano. Algunos señalan que es ‘solo una elección’ para definir al nuevo inquilino del sillón presidencial y que acto seguido, la vida política y social de nuestro Perú continuará sin más. Pero, ¿podemos aceptar tan fácil que el 5 de junio es un día más? Pues no, no podemos, tanto desde una perspectiva teórica como práctica. Tanto si nos apropiamos de los aspectos fundacionales del sistema, como si comprendemos que la fragilidad de nuestro sistema democrático tiene el potencial de poner en riesgo nuestro bienestar individual y colectivo.
Hay una razón fundamental por la que los procesos electorales son casi el único mínimo acordado por teóricos y políticos de distintas vertientes como aquel criterio fundamental de las democracias modernas: son el sostén del más básico derecho político individual, el voto, y vuelven efectivo su mandato colectivo. El ejercicio de votar refuerza la legitimidad de los acuerdos colectivos que destacan poder ciudadano para elegir nuestro gobierno (en detrimento de cualquier otra forma) y la preeminencia de arreglos institucionales como marco de referencia del ejercicio de dicho poder. En tal sentido, más que la elección de un gobernante, lo que se pone en juego en cada proceso electoral es la legitimidad y continuidad de los principios constitutivos y fundacionales del sistema democrático: la libertad política de la ciudadanía y la preeminencia del Estado de Derecho.
En su discurso al recibir el título de Doctora Honoris Causa por la Universidad de Antioquía (Colombia), Martha Nussbaum señaló que si una nación quiere promover una “democracia humana”, tiene que cuestionarse “qué son las naciones democráticas y por qué luchan” y debe interpelarse “sobre lo que es necesario para crear democracias estables y fructíferas”. En el actual contexto político peruano, a puertas de elegir al candidato y agrupación en quien delegaremos el poder de liderar el gobierno de nuestro Estado y de nuestro proyecto de desarrollo nacional (donde nuestro proyecto de felicidad personal, desde el paradigma del Desarrollo Humano, solo puede comprenderse en interconexión e, interdependencia con la felicidad de los demás), dicha interpelación cobra una relevancia trascendental. Esto debido a que, para sistemas democráticos en proceso de consolidación como el peruano, con marcos institucionales precarios y por tanto tan frágiles a los embates de la corrupción y de las apuestas delictivas de mafias organizadas, así como a proyectos autoritarios, cada elección representa un campo de lucha democrática por su propia supervivencia.
Tomando en cuenta lo antes señalado, entonces no, el 5 de junio no es un día cualquiera, sino un día irrepetible. Para optar por la democracia, no solo ni principalmente como procedimiento, sino como apuesta colectiva por la consolidación de un sistema de principios que queremos firmemente que estén a la base de la nación democrática que aspiramos a ser. Para interpelarnos sobre qué tan dispuestos estamos a luchar, el día de la elección a través del voto y cada día después a través de cada forma posible y democrática de participación ciudadana, por la defensa de aquellos principios que consideramos valiosos e indispensables para su sostenibilidad. Para recordarnos, en palabras de Leonardo Padura (“El hombre que amaba a los perros”), qué tan dispuestos estamos a guardar “el don precioso de la indignación [ética]”, que nos permita lanzar “contra la autocracia [el] grito de <<¡No puedo callarme!>>”, en caso exista alguna posibilidad de amenaza contra la democracia.
En tal sentido, reconocer la trascendencia del actual proceso electoral y de tomar postura para defender, a través de nuestra elección, los principios que configuran la ética a la base de la democracia se vuelve una responsabilidad ciudadana. Por eso, este 5 de junio, antes de salir de casa a votar, por favor, no dejemos de preguntarnos mínimamente ¿Qué tipo de nación democrática queremos ser?, ¿Cualquier opción de ocupante del sillón presidencial representa un compromiso coherente con los principios y arreglos institucionales que tienen el potencial para la sostenibilidad democrática? Luego votemos con la firme convicción de que en la mañana del 6 de junio nuestro frágil sistema democrático requerirá de la misma responsabilidad y compromiso. En cuánto su legitimidad y sostenibilidad, dependerá de nuestra convicción y capacidad como ciudadanas y ciudadanos de hacer nuestra la apuesta democrática.
Muy interesante articulo, te felicito primo. Me pregunte muchas veces si realmente nuestro sistema politico es Democratico? O es una democracia despotica.
un abrazo