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Voces RSU | Acción ciudadana frente a la corrupción y la violencia

El año 2018 es uno de graves retos pues, afrontamos la agonía de un gobierno y experimentamos una intensa y generalizada decepción ante el accionar de la clase política. La historia de las últimas décadas revela fragilidad institucional, corrupción institucionalizada e inexistencia de líderes capaces de pensar en el bien común.
Las autoridades de los gobiernos central, regional, provincial y local son personas que fueron elegidas por nosotros, pero muchas llegaron al poder con mentiras —mediante redes de clientelaje— que afectan la capacidad de pensar y decidir de los electores. La corrupción atraviesa la sociedad en su conjunto, pero se ha multiplicado para medrar del dinero público: muchos presidentes de gobiernos regionales o alcaldes actúan como líderes de bandas criminales. Se trata de políticos que perciben al ciudadano y a su comunidad como objetos al servicio de su voluntad de lucro y que no distinguen el interés público de sus intereses particulares.

En nuestra sociedad, gran parte de la educación ha perdido el rumbo porque la historia no se cuenta o se tergiversa, no aprendemos de nuestro pasado y seguimos tropezando. Por esto, la corrupción, la exclusión y la violencia florecen y se convierten en prácticas cotidianas, que nos afectan a todos, pero, que finalmente, se vuelven terrible costumbre. En este marco, cada día las noticias narran casos de extrema violencia, como robos, feminicidios y violaciones de niñas y niños. El desprecio por la vida humana —en particular la de la mujer— se está instalando peligrosamente en todos los órdenes sociales, pues la corrupción y la falta de legitimidad de nuestras autoridades son terreno fértil para esta descomposición social.

Una formación en ciudadanía es el desafío que hemos asumido desde la Universidad como respuesta ante esta terrible crisis: Fomentar procesos que aporten a que las y los jóvenes sean capaces de encontrase con las personas, desde el respeto y la empatía, que privilegien la alegría y la creatividad en estos tiempos difíciles; en otras palabras, se trata de la construcción del bienestar y la libertad en términos de relaciones horizontales y de respeto a la dignidad humana.

En el Perú se ha perdido la integridad porque la mentira y el cinismo constituyen formas provechosas de relación social. La corrupción y la negación del bien común se han convertido en las verdaderas banderas de los políticos, gobernantes y autoridades de todo nivel. Esas banderas no se nombran, pero guían su accionar y sus interesadas decisiones. Ante ello, esta crisis puede ser una oportunidad para reaccionar, para gritar basta y combatir esa indiferencia que nos ha caracterizado. No se trata de los otros, sino de lo que cada uno de nosotros puede hacer en esta hora difícil.

Por lo tanto, llamamos a una acción ciudadana por el respeto, la honestidad, la empatía y el buen trato. Todo aquello que nos indigna debe llevarnos a construir nuevas formas de relación interpersonal y recomponer el vínculo comunitario, debemos actuar y no quedar atrapados en la queja y el malestar. Perder el miedo para construir una confianza que permita la acción colectiva, la acción ciudadana.

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