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Así decía Machado y con mucha razón. Cualquiera de nosotros puede decir exactamente lo mismo pero con una diferencia muy grande de acuerdo a la propia experiencia y a lo que se quiera hacer y para qué.
Cuando uno piensa en el año 2016, un año electoral, tienen que decir una cosa parecida, pues no sabe qué recomendar en un ambiente como el que vamos teniendo y prevemos que vamos a tener. Las jaurías están siendo soltadas y nos da miedo pensar en lo que puede ocurrir pues la experiencia que tenemos no es precisamente tranquilizadora.
Lo peligroso de la frase de Machado está los riesgos de salir adelante sin plan alguno, y en eso los peruanos somos maestros. Lo interesante está en la cuota de audacia necesaria para perseverar en el intento de lograr el objetivo. Es una necesidad de empuje y valor.
Cuando miramos nuestro pasado democrático -que es bien pobre- nos quedamos temblando pensando en el futuro. No tenemos argumentos de vida que podamos exhibir. Nos agarramos del “Hay que seguir, hay que seguir». Las cosas que van diciendo los que se supone serán los futuros candidatos dan miedo. Hay enredos por todos lados. Y los enredos son peligrosos pues terminan por cualquier parte arrasando quien sea.
¿Estaremos condenados a ser un pueblo de caudillos mal preparados que exigen fidelidad a sus personas y que se dan el lujo de no presentar planes ni proyectos? Ojalá que la democracia nos obligue a todos a pensar en el Perú de una forma más racional y sistemática. Pero la forma en que se presentan las cosas hay que reconocer que estamos encaminándonos a repetir los errores conocidos. Seguimos siendo un grupo humano que está lleno de caudillos aprovechadores que no buscan otra cosa que el poder y no el bien común de los peruanos.
Ojalá que la DARS pudiera dar algunos criterios de elección asequibles a lo que somos y apuntamos para poder tener aspiraciones decentes que no nos avergüencen y nos mantengan en la lucha que tenemos que dar por nuestro país.