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Ver ubicación en Google MapsSeguramente te ha pasado alguna vez que tu opinión no ha sido tomada en cuenta o, incluso, ha sido rechazada en medio de una lluvia de burlas. Para muchos, esta es una situación cotidiana, no solo por la acción impositiva y violenta de otras personas sino porque hay un sentido natural en hacerlo. Les pasa a los niños, a los jóvenes pero especialmente a las mujeres.
No hay duda que las mujeres tienen un aporte cada vez más significativo en los diversos campos de nuestra vida, en diferentes regiones y contextos. Sin embargo, nuestra convivencia sigue estando marcada por la inequidad y la exclusión. Es impresionante además como se han establecido algunos sentidos comunes para que esto “sea así”, simplemente. Y es más impresionante todavía cuando desde la acción institucional del Estado esto se reafirma, como lo señala la abogada Marisol Fernandez, docente de nuestra universidad.
En los últimos años se han dado importantes cambios normativos que han vuelto historia aquellas normas que expresamente relegaban a las mujeres al ámbito doméstico, que las trataban como seres con un status inferior en comparación con los varones y que legitimaban la potestad marital. Es a partir de ello que desde diversos sectores se viene afirmando que las mujeres habrían superado su condición de desventaja en la sociedad y que hoy están en igualdad de condiciones o mejor que los varones. Lamentablemente, este discurso está bastante distante de lo que en la realidad ocurre.
Bajo el discurso feminista – liberal de los derechos se sostuvo que la situación de desventaja de las mujeres, podría superarse con la remoción de normas que las trataban como seres inferiores y, en particular, con una igualdad de trato. Hoy, sin embargo, a pesar de que encontramos normas formalmente neutras y con normas específicas destinadas a remediar puntos críticos que tienen que ver con la condición de las mujeres, éstas, nosotras, seguimos viviendo una realidad marcada por la negación al pleno ejercicio y goce de muchos de nuestros derechos. Ejemplos de ello: Contamos con una legislación específica sobre violencia familiar, pero las mujeres siguen siendo golpeadas por sus parejas sin recibir protección del Estado porque el sistema de justicia muchas veces se niega a ver violencia donde efectivamente la hay; contamos con normas civiles y laborales que declaran el valor del trabajo en el hogar pero a la vez tratan a las trabajadoras del hogar como de segunda categoría al no reconocerles iguales derechos que a los demás trabajadores.
Desde el discurso de los derechos, podríamos decir que el 8 de marzo, es una fecha para pensar y reflexionar qué nos está pasando como sociedad que, a pesar de lo que viven las mujeres cotidianamente, se piensa que hoy tienen una situación privilegiada. Tal vez una premisa para construir una reflexión podría ser que el problema no es cuántos derechos nos dan o cómo es el lenguaje de las normas, sino qué piensan de las mujeres tanto el hombre de la calle como el que tiene que recibir una denuncia, dictar una sentencia o elaborar una política pública. Y tal vez se puedan empezar a ver algunos resultados también cuando las mujeres no seamos vistas “esencialistamente” sino con todas las características que nos diferencian.
La sordera frente a la opinión de las mujeres se expresa en diálogos y discusiones pero también cuando conformamos comisiones, juntas directivas o grupos de trabajo que no son mixtos. La combinación de miradas no solo es positiva sino necesaria para tener un mejor acercamiento a la complejidad de nuestras realidades políticas, sociales, económicas y culturales. Y para tomar mejores decisiones en ellas. El trabajo académico que hacemos en la universidad es una excelente oportunidad para entrenarnos en ello, enriqueciéndonos todos de la mirada y la voz de mujeres y hombres, pues eso nos acerca a la diversidad de sensibilidades y lecturas, interpretaciones y experiencias que la vida tiene.
La escritora nigeriana Chimamanda Adichie compartió unas reflexiones a propósito de la “mirada única” y de los peligros que eso tiene. Creemos que es pertinente escucharla ahora como una forma de combatir las muchas veces única e impositiva mirada masculina.
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Esta invisibilidad en la que muchas mujeres están nos está impidiendo crecer como personas y profesionales en una convivencia de mutuo aprendizaje. La perversión del machismo las hace muchas veces cómplices de esta situación y nos parece muy importante mostrar no solo estas situaciones sino también las iniciativas que se ponen al frente, en el esfuerzo por evitarlas. Una propuesta muy interesante en este sentido lo constituye la iniciativa denominada “Observatorio Virtual del Acoso Callejero”, impulsado por la profesora Elizabeth Vallejo. Ella nos dice:
Recibir comentarios sexualmente explícitos, miradas fijas, ser el blanco de masturbación pública, o ser seguidas por extraños, es cosa de todos los días para las mujeres que transitan en la ciudad. El acoso sexual callejero, de acuerdo con estudios realizados a nivel mundial, afecta entre el 80 y 100% de las mujeres[1] y, sin embargo, es la forma de violencia menos legislada y culturalmente más aceptada. Los hombres asumen que es su derecho dirigirse a las mujeres de esa forma y las mujeres rara vez se defienden, pues muchas veces asumen el acoso callejero como el precio que hay que pagar por ser mujer y transitar sola por la calle.
Las dificultades para encarar el problema desde lo legal son comprensibles: ésta es tal vez la única forma de violencia que no implica una relación entre la víctima y su agresor. La mujer que quiere denunciar haber sido tocada por un transeúnte (que rápidamente se fue de la escena) no tiene los elementos para hacerlo, como el nombre del agresor o el apoyo de testigos, que son transeúntes también. La mujer que quiere denunciar haber sido seguida o mirada persistentemente por un extraño no encuentra un marco legal que la ampare y se encontrará en una situación de “su palabra contra la mía” en caso de que sí existiera. El camino legal presenta grandes dificultades en un tema tan complejo como éste.
Bajo ese contexto surge el Observatorio virtual de acoso callejero, un proyecto que busca combatir el problema desde lo comunicacional y no desde lo legal, haciendo uso de las tecnologías de información existentes y de la facilidades que brinda el internet para una comunicación masiva y libre. El Observatorio consistirá en un weblog, asociado a facebook y twitter, que buscar recoger y difundir casos que nos han pasado a todos y todas: haber sido víctima o testigo de algún caso de acoso callejero y no haber sabido cómo reaccionar, infórmanos sobre los límites de la protección legal en estos temas, y, sobre todo, tener por primera vez, la evidencia, el dato concreto que mostrar a la opinión pública, para que el problema se vea en su real dimensión.
A través de este esfuerzo, esperamos que la población en general, y las autoridades en particular, comprendan que el acoso callejero limita la movilidad de las mujeres y el acceso a espacios públicos, por ello, atenta contra el derecho humano a la libertad, específicamente al derecho a la libre circulación y residencia. Para combatir el problema, necesitamos unir esfuerzos de forma que hombres y mujeres puedan convivir en el espacio público sin miedos ni agresiones.
Como éste, el trabajo de muchos profesores y profesoras, como de alumnos y alumnas de la PUCP, se pone al frente de estas realidades, en cursos e investigaciones, en producciones y proyectos, los cuales hay que conocer y celebrar.
Reconocer a las mujeres los ocho de marzo tiene sentido en tanto aún no hemos podido superar las inequidades, exclusiones y violencias de las cuales todos y todas somos parte. En ese sentido, la DARS quiere sumarse a la celebración por el Día Internacional de la Mujer desde el reconocimiento de lo que la PUCP produce en experiencias académicas y profesionales, tan creativas y audaces como las mujeres que las tienen como protagonistas.
[1] Se basa en doce estudios académicos realizados en EEUU, Europa, Asia y África. Fuente: http://www.stopstreetharassment.org/resources/statistics/.