Voces RSU | Recuperar otras voces para la respuesta a los desastres

Nora Cárdenas
Área de Diversidad, Ciudadanía y Ambiente – DARS

La situación de emergencia que vive nuestro país producto de los huaicos e inundaciones nos interpela de diversas maneras y en diferentes niveles (como universidad, región, país). También nos invita a colocar en el debate público aspectos que muchas veces dejamos de lado, como por ejemplo que los desastres afectan de distintos modos a las personas de acuerdo a su edad, su género, su condición de discapacidad, su condición de pobreza, su identidad sexual, entre otros; y por lo tanto, que los afectados y afectadas demandan respuestas diferenciadas.

Sabemos que la violencia de género en contextos de emergencia se agudiza. Los espacios de interacción y de sociabilización se tornan inseguros para determinados grupos. Así también se incrementan los riesgos de maltrato físico, psicológico y abuso sexual, hacia poblaciones específicas como los niños, las niñas, las mujeres, la comunidad LGTBI, entre otros.

En el Perú no se cuenta con información que nos ayude a identificar los impactos de los desastres en las diferentes poblaciones, lo que  dificulta las respuestas que podemos dar en las diferentes fases del acompañamiento a las poblaciones afectadas. Contar con información de necesidades e impactos diferenciados por edad, género o discapacidad en contextos de desastre podría ayudarnos a activar respuestas diferenciadas también. Asimismo, esto nos ayudaría a revertir las desigualdades e inequidades que  han caracterizado a nuestra historia.

Pero también hay agencias, hay recursos, hay fortalezas; hay saberes locales que cada una de nuestras poblaciones puede aportar en las diferentes fases de la respuesta ante emergencias, principalmente en la fase de la reconstrucción. Debemos recogerlas, conocerlas, validarlas y promoverlas en nuestras intervenciones. La reconstrucción se debe hacer sumando diferentes voces, sobre todo las de los afectados y las afectadas. Ello sin anularlos como agentes, sino más bien empoderándolos y construyendo junto con ellos y ellas con-ciudadanía.

En ese sentido, en nuestras acciones de colaboración como universidad debemos generar información diferenciada y definir protocolos de respuestas diferenciadas, que respondan a esta diversidad de voces, en cada una de las fases de intervención. Por ejemplo, es central saber quién tiene la propiedad de los terrenos agrícolas. Esto puede ayudar a identificar a quién se entrega las semillas, los abonos; o dirigir otras actividades de respuesta que se impulsen para el sector agrícola. También, debemos considerar si las acciones propuestas recargan el trabajo de algunas poblaciones. En el caso de las mujeres, por ejemplo, hay que considerar las múltiples actividades que realizan, los horarios, el idioma, entre otros. No hacerlo podría afectar no sólo la capacidad de recuperación de las mujeres, la familia y la comunidad, sino podría profundizar las desigualdades e inequidades. Nuestra colaboración debe responder a la diversidad de voces que exigen respuestas diferenciadas a sus demandas.

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