Voces RSU | Salud mental en contexto de emergencia y desastre

Ana Sofía Carranza Risco
Área de Diversidad, Ciudadanía y Ambiente DARS

Bajo el lema “Hablemos de depresión”, este 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud. Es así como la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido llamar la atención de especialistas en salud y de la sociedad civil para comprender que la salud mental es un aspecto central de la salud y el bienestar. Históricamente olvidado y estigmatizado, somos pocos quienes nos atrevemos a hablar sobre este tema y, a partir de ello, sobre nuestros problemas y fortalezas; a reconocer que necesitamos ayuda, o simplemente a entender que es parte de nuestro día a día; y que así como nos cuidamos de una infección, es importante cuidar nuestra salud mental.

A nivel mundial, la depresión afecta a más de 350 millones de personas (OMS, 2016), y en el Perú, afecta a 1 millón 800 mil peruanos, de los cuales aproximadamente el 60% no recibe tratamiento (Instituto Nacional de Salud Mental, 2016). Además, hay un componente de género y de edad asociado. Son más las mujeres y los jóvenes quienes tienen depresión, la cual además se asocia a situaciones de violencia, exclusión y discriminación.

Todo ello se acentúa en el contexto de emergencia y desastres que estamos atravesando como país. Las últimas cifras del COEN señalan que 961 113 personas han sido afectadas y 156 420 se encuentran damnificadas por las lluvias y huaicos, entre diciembre del año pasado y marzo de este año. Además, 106 personas han fallecido, 364 se encuentran heridas y 18 están desaparecidas. En este escenario, es importante y necesario generar una respuesta de soporte psicosocial a las personas y comunidades damnificadas y afectadas. El sufrimiento, dolor, angustia y tristeza probablemente estén presentes en muchas de estas personas. Debemos entender, ante todo, en qué medida estos sentimientos corresponden a reacciones normales frente a una situación como la que estamos viviendo, o no. Frente al desastre aparecen sentimientos de tristeza y desesperanza, que en algunos casos persistirán, lo cual nos permitirá hablar de depresión, pero en la mayoría de casos no. No podemos generalizar ni patologizar reacciones normales frente a situaciones anormales. Podríamos ponernos primero en el lugar del otro y pensar ¿cuál sería nuestra respuesta frente a un evento como este?

En estas condiciones necesitamos, además, dar una respuesta ordenada y articulada con las autoridades locales y nacionales, que permita que las comunidades se fortalezcan y se organicen nuevamente después del desastre. Este es el rol y trabajo que en la PUCP ya se está comenzando a coordinar con las brigadas psicológicas de la Facultad de Psicología, como parte de la tercera fase de respuesta institucional ante la emergencia: las brigadas especializadas. Desde aquí, trabajamos desde un enfoque de Derechos Humanos, de respeto a las personas y comunidades afectadas, desde la idea de no dañar al otro y trabajar, más bien, en conjunto con la comunidad en el fortalecimiento de sus propias capacidades y liderazgo, para reconstruirse y resurgir juntos.

Requerimos más acciones que ayuden a visibilizar el tema de la depresión, su impacto e importancia en nuestra sociedad, y este 7 de abril nos permite hacerlo. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la mayoría de personas con depresión no recibe tratamiento, en muchos casos por el estigma que se asocia al “estar deprimido, deprimida o sentirse mal”. Es momento de seguir involucrándonos en el tema de salud mental, desde la sociedad civil, desde la academia y desde el Estado, y más aún en situaciones de desastres como la que estamos pasando.

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