Reflexiones de Gastón Garatea | Las cosas que nos pasan y no deberían pasar

En estos últimos tiempos nos están ocurriendo una buena cantidad de cosas que no deberían y, sin embargo, hemos dejado pasar. Hemos estado como simples espectadores del incendio en El Agustino; en el descubrimiento del asesor de salud del Presidente y su falta de calidad moral; el descubrimiento de los jueces que sueltan a personas que están en falta y se les tapa; policías comprometidos en robos; juicios amañados en los que se busca sancionar aún a personas inocentes, con el fin de tapar otros delitos mayores y muchas cosas más.

Frente a esto que ocurre ante nuestros propios ojos, nos quedamos perplejos sin capacidad de reacción. No es que no lo sepamos, lo que no sabemos es reaccionar. Es verdad que es más cómodo, casi siempre, no reaccionar, no comunicar nuestro punto de vista, quedarnos callados y decir que no tenemos que meternos en las cosas de los demás, así las cosas caminan sin que nosotros nos pronunciemos. Sucede lo que sucede.

También, es verdad que cuando uno dice su punto de vista, a veces, se mete en un lío que hubiese preferido no tener. Salen los contrarios y muchas veces sus opiniones drásticas, frente a nosotros, nos dejan con pocas ganas de seguir adelante.

Pero cuando uno quiere poner remedio a situaciones de injusticia y de falta de verdad, tiene que ganarse los líos que están lejos de una vida sosegada y calma. Tenemos que comprarnos problemas que aparentemente no son los nuestros. Digo, aparentemente, porque en realidad sí son nuestros. Son de la sociedad de la que formamos parte. Nuestro egoísmo nos hace tomar distancia y dejar el problema para más tarde. Más tarde cuando el problema ya no tiene solución.

Si hubiésemos dicho alguna palabra en el tiempo debido nuestros hermanos shipibos  estarían en otra parada. Hoy, por nuestro silencio y muchas otras cosas más, ya no tienen nada y esperan que no los engañen más.

Son pobres de solemnidad desde hace muchísimo tiempo. No tienen casa propia, ni arrendada. Viven donde les han dejado poner las cuatro cositas que tenían y nada más. Ahora ya no tienen las cuatro cositas. Se quemaron. Sabíamos que eso podía ocurrir y ocurrió.

Los responsables siguen caminando por la calle. Así les pasa a los pobres. Los mecanismos del Estado no son para ellos. Hace unos meses hubo un problema de zonificación de terrenos en La Molina pero sólo duró unos días pues las autoridades actuaron con la rapidez que la situación requería. Lo mismo pasa con los derrames de petróleo en la selva norte, con las aguas contaminadas de Belén en Iquitos y podríamos decir muchos etcéteras.

 

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